La primera obra considerada como bestiario es el Physiologus. Se trata de un antiguo volumen griego, de autor anónimo y fecha incierta, que se presume fue escrito entre los siglos II y IV. El Physiologus resumía los conocimientos y sabiduría sobre animales en las obras de autores clásicos como la Historia de los animales, de Aristóteles, Heródoto, la Historia Natural de Plinio el Viejo, obras Cayo Julio Solino, Claudio Eliano, y de otros naturalistas menos conocidos.
Tras el Physiologus, San Isidoro de Sevilla (libro XII de las Etimologías) y San Ambrosio expandieron el mensaje religioso con referencias a pasajes de la Biblia y la Septuaginta (Biblia griega). Ellos y otros autores modificaron libremente modelos preexistentes, centrandose de forma constante en el contenido moral. Sin embargo, los coloristas relatos sobre estas bestias fueron ampliamente leídos, y en general tomados como ciertos.
Un gran número de criaturas legendarias fueron imaginadas por vez primera en los valles mesopotámicos entre los ríos Tigris y Éufrates. Desde aquellas culturas, se difundieron en oriente y occidente. Es el caso del Ave Fénix, o la serpiente de varias cabezas que puede identificarse en la iconografía de diferentes civilizaciones. Algunas bestias mitológicas se caracterizan por reunir atributos animales y humanos, otras, quizá incluso más "monstruosas" reúnen simbólicamente la combinación de dos especies animales.
Procedentes del mundo grecorromano, bizantino y persa, popularizados en la época medieval (siglo XII), los bestiarios mágicos, fantásticos o mitológicos, como también se les conocía, fueron una colección de fábulas referentes a animales y monstruos reales o quiméricos con descripciones, e imágenes que se generaban por combinación de partes de animales diferentes, creando estampas, en ocasiones atroces y clasificando a las bestias de la más diversa ralea, apoderándose rápidamente del mundo cristiano románico no sin resistencias y críticas por pensadores de la época.
Pero el románico sacraliza esta estética pagana convirtiendo a los animales -tanto reales como imaginarios- en portadores de virtudes o perversiones, por lo que su aparición en capiteles, canecillos, metopas, tímpanos, etc., es reinventada y usada con sentido de enseñanza y advertencia. Por lo que estos animales podían ser representados solos o en lucha entre sí o con hombres indefensos, con el objetivo de conmover y motivar al creyente en su esfuerzo por evitar las tentaciones y renegar del pecado.
Aunque cualquier símbolo tiene dualidad de significados, incluso completamente opuestos, el románico usó ciertos animales con predilección para manifestar el bien y otros como formas del mal y del diablo. De esta forma nos encontramos con dragones, basiliscos, fauna escatológica, demoníaca, estrambótica, alucinante, grotesca y divertida.
El bestiario medieval más famoso es el Bestiario de Aberdeen. Hay muchos más, y hoy en día sobreviven más de cien manuscritos. Uno de ellos fue compuesto por el artista italiano Leonardo da Vinci.
El único bestiario escrito en castellano conservado data de 1570 y se titula Bestiario de Juan de Austria escrito por Martín Villaverde y su original se encuentra en Monasterio de Santa María de La Vid (Burgos).
En tiempos más modernos, artistas como Henri de Toulouse-Lautrec y Saul Steinberg han producido sus propios bestiarios.
Jorge Luis Borges, en colaboración con Margarita Guerrero, publicó un conocido bestiario, El libro de los seres imaginarios, que compendia algunos animales imaginados en la literatura universal a través de los siglos.
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