Se encuentra principalmente en altitudes entre 100 y 1.500 msnm y, excepcionalmente, a 1.900 msnm en el desierto de Chihuahua, aunque también está presente en climas más templados del estado de Tamaulipas. Crece bajo los matorrales del desierto, particularmente matorrales espinosos, para protegerse de los depredadores, y sobre suelos calizos.
Desde la antigüedad, antes de que los europeos llegaran a la región de Mesoamérica, el peyote ya era utilizado y reverenciado por tribus nativas, tales como los mexicas, los huicholes del norte de México, y los navajos del suroeste de Estados Unidos, como parte de su espiritualidad tradicional.
La primera referencia histórica de los europeos fue hecha por un misionero: el monje franciscano Bernardino de Sahagún, quien en 1560 escribió sobre los efectos alucinógenos que producía su ingestión. En este trabajo escribió que los chichimecas fueron los primeros en descubrir y usar el peyote.
A finales de 1800, la tradición comenzó a extenderse hacia el norte, como parte del resurgimiento de la espiritualidad nativa bajo el auspicio de lo que vino a llamarse “Iglesia nativa estadounidense” y cuyos miembros se refieren al peyote como “la medicina”, utilizándola para combatir el alcoholismo y otras enfermedades sociales. Esta iglesia es sólo una y la más visible entre las diversas organizaciones que utilizan esta planta en sus prácticas espirituales.
El hombre peyote, de Alberto Farrera
En algunos sitios se usa en psicoterapia, aunque su uso principal es como psicodélico. Aun siendo una de las drogas más potentes en cuanto a efectos psíquicos, sus efectos desagradables restringen mucho su consumo.
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