La palabra griega moira significa literalmente ‘parte’ o ‘porción’, y por extensión la porción de existencia o destino de uno. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal desde el nacimiento hasta la muerte.
Cloto ‘hilandera’ hilaba la hebra de vida con una rueca y un huso. Su equivalente romana era Nona, originalmente invocada en el noveno mes de gestación.
Láquesis ‘la que echa a suertes’ medía con su vara la longitud del hilo de la vida. Su equivalente romana era Décima, análoga a Nona.
Átropos ‘inexorable’ o ‘inevitable’, literalmente ‘que no gira’ era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en que moría cada hombre, seccionando la hebra con sus «detestables tijeras» cuando llegaba la hora.
Las Moiras también eran temidas y respetadas por los dioses. El mismo Zeus estaba sujeto a sus designios, según admitió una vez la sacerdotisa pitia de Delfos. Hesíodo se refería a ellas como «las Moiras, a quienes el sabio Zeus dio los mayores honores»
Se las representaba comúnmente como a tres mujeres hieráticas, de aspecto severo y vestidas con túnicas: Cloto, portando una rueca; Láquesis, con una vara, una pluma o un globo del mundo; y Átropos, con unas tijeras o una balanza.
En otras ocasiones se les atribuye la apariencia de tres viejas hilanderas, o de tres melancólicas damas (una doncella, una matrona y una anciana, respectivamente). Shakespeare se inspiró en este mito para crear las tres brujas que aparecen en Macbeth, cuya intervención es determinante en el destino del protagonista.
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